Vox emerge como un hijo legítimo del Régimen del 78. El “a por ellos”, las políticas de extranjería y la Justicia patriarcal lo han impulsado. Para enfrentarlo es necesario un gran movimiento de la juventud, las mujeres y la clase obrera independiente de los partidos del régimen.

Las elecciones andaluzas han dejado un escenario preocupante: la ultraderechista Vox ha irrumpido con fuerza parlamentaria logrando doce escaños y quedando en su mano la llave de la gobernabilidad de lo que todo apunta será un gobierno de la derecha encabezado por el PP. La cosa se vuelve más alarmante cuando parece que el ascenso electoral de Vox puede repetirse en las demás elecciones que están por venir, adelantando el escenario andaluz la dinámica que puede darse en el resto de parlamentos regionales y también el resultado de unas posibles elecciones generales.

Ante este peligro cada vez más real se ha disparado desde la izquierda el debate sobre cómo hacer frente al crecimiento de la extrema derecha. Desde el PSOE hasta Unidos Podemos ya se están planteando programas tales como “unidad de los constitucionalistas y los demócratas”, “frente antifascista”, “cordón sanitario a Vox”, etc. Pero, ¿es la unidad con los partidos del Régimen, con los defensores de esta “democracia”, la vía para derrotar a la extrema derecha?

La conclusión que dejaron las elecciones andaluzas fue la de una derrota sin paliativos de Susana Díaz, el hartazgo de la población andaluza para con un PSOE que llevaba más de tres décadas dirigiendo la región como si fuera su propio cortijo. Hartazgo expresado en un crecimiento en votos de las fuerzas de derecha, pero sobretodo y principalmente en una elevadísima abstención por parte de los que no querían seguir apoyando un gobierno que representaba la corrupción más estructural y los recortes en derechos y prestaciones sociales.

Ante el descalabro del Partido Socialista la coalición encabezada por Teresa Rodríguez, Adelante Andalucía (Podemos + IU), lejos de capitalizar el descontento por izquierda, ha experimentado también un retroceso en centenares de miles de votos. No podía ser de otra manera, Adelante Andalucía no era percibida como una alternativa sino como una fuerza que en última instancia iba a facilitar un gobierno un gobierno de Susana Díaz. Décadas de experiencia de IU actuando como muleta del PSOE en Andalucía, y el ejemplo de Unidos Podemos sosteniendo a Pedro Sánchez no pueden sino dar la razón a esta intuición generalizada.

Pese a todo, Unidos Podemos no parece dispuesto a sacar conclusiones. Su líder, Pablo Iglesias declaró: “que este resultado sirva para que el PSOE entienda quiénes tenemos que ser sus aliados y que las fuerzas catalanas entiendan que nos estamos jugando el futuro de nuestro país. Quiero pedir responsabilidad a todas las fuerzas políticas; tenemos muchas diferencias, pero tenemos que estar dispuestos a construir un dique frente a la extrema derecha”. Es decir, hagamos más de lo mismo y esperemos que algo cambie, y por esa vía se allana el camino para que la extrema derecha siga avanzando.

La pretensión de derrotar a Vox desde dentro de los márgenes del Régimen no es sino una utopía reaccionaria. Santiago Abascal no es un elemento ajeno a la “democracia” del 78, sino un hijo sano y legítimo de la misma. Es consecuencia directa de los recortes y políticas neoliberales de los gobiernos del PPSOE, de la campaña emprendida desde la judicatura contra los derechos y libertades democráticas, de la represión al pueblo catalán aplaudida por el rey Felipe VI, del artículo 155 apoyado por los “constitucionalistas” y “demócratas” del PP-PSOE-Cs, de sus leyes criminales de extranjería, los CIEs y las devoluciones “en caliente”, de la casta judicial patriarcal, de las banderas de España en los balcones y los gritos de “a por ellos”, etc.

Para frenar a Vox y su ideario racista, misógino, xenófobo y españolista es necesario construir una gran fuerza social en las calles que le dé respuesta. La pretensión de Unidos Podemos de que esperemos a las elecciones para conseguir un “gobierno progresista” con el mismo partido que asume parte de agenda Vox -en especial contra Catalunya- solo puede sembrar la desmoralización y el desencanto del que se alimenta la extrema derecha. Ejemplos de a dónde lleva esa política los encontramos en otras realidades nacionales: Trump en EEUU, Salvini en Italia, Bolsonaro en Brasil… Frente a ello, la lucha de los chalecos amarillos en Francia muestra otro camino que ha logrado mucho más a la hora de enfrentar tanto las políticas neoliberales de Macron como el ascenso de Marine Le Pen de lo que lo ha hecho la Francia Insumisa de Melenchon.

Los y las jóvenes podemos y debemos jugar un papel protagonista en la recomposición de una fuerza social combativa, tomando las mejores experiencias que dieron el 15M, las huelgas generales de 2012, la lucha contra Bolonia y la privatización de las universidades, las huelgas de los sectores precarizados… Orientando esas luchas hacia una enmienda a la totalidad a este régimen monárquico, corrupto y antidemocrático del que surge la extrema derecha. De la misma manera que tenemos la oportunidad de construir un gran 8M que enfrente a la extrema derecha, que con la enorme fuerza del movimiento de mujeres diga alto y claro que no estamos dispuestas a seguir siendo súbditas ni del rey, ni del régimen, ni del patrón.

En ese sentido, la huelga estudiantil y de servicios en Cataluña, el movimiento democrático por el derecho a decidir, la ocupación del estudiantado sevillano del rectorado de la Universidad de Sevilla o el movimiento de los referendos sobre la monarquía en barrios y universidades que expresan la voluntad de decidirlo todo mediante asambleas constituyentes libres y soberanas son datos muy auspiciosos para la construcción de un movimiento social en las calles y contra el régimen al que hay que apostar por construir.

Al mismo tiempo es necesario empezar a construir una alternativa política que pueda resolver los problemas del pueblo trabajador, de cuya desesperación y miseria se alimenta la extrema derecha que solo pretende perpetuarlas. Una alternativa de este tipo no puede ser sino anticapitalista, pues solo a través de la expropiación a las grandes fortunas, bancos y multinacionales podrán obtenerse los recursos necesarios para resolver los problemas de la dotación de servicios públicos, el desempleo, la vivienda, etc.

Llamamos a todas y todos los jóvenes que compartan esta perspectiva a organizarse con nosotros y nosotras en Contracorriente. ¡Hagamos de nuestros centros de estudio y de trabajo trincheras de lucha! Es hora de dar un paso al frente contra la miseria que tratan de imponernos. Frente a sus intentos de arrebatarnos nuestro futuro tenemos que responder con organización y lucha.

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