Ante la crisis sanitaria del coronavirus, luchamos porque las universidades, sus instalaciones, recursos y conocimientos, se pongan al servicio de enfrentarla.

La crisis sanitaria provocada por la epidemia de coronavirus está poniendo de manifiesto las carencias estructurales del sistema en el que vivimos. Estamos viendo el colapso de la sanidad, tras años de privatizaciones y gestión neoliberal, la saturación en plena cuarentena de un transporte público degradado por los recortes. Hemos visto cómo durante dos semanas sólo se realizaban tests a personas vips, parlamentarios o miembros de la familia real. En ese sentido se hace obligatorio abrir un debate profundo sobre el papel que están jugando las universidades y al servicio de qué está la investigación científica.

En una situación crítica como la que estamos viviendo la cual es necesario enfrentar movilizando todo el conocimiento y los recursos sanitarios, científicos y técnicos; la universidad, que debería estar a la vanguardia en la lucha contra la epidemia, está contribuyendo de forma muy parcial y discreta.

Si en un primer momento la clausura de las universidades provocó que miles de estudiantes regresaran a sus localidades de origen –muchas veces obligados por el cierre sorpresivo de las residencias– facilitando la extensión del contagio, a poco menos de dos semanas desde entonces la aportación de estas instituciones ha sido más bien modesta. La Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) anunció la puesta en disposición de 275 laboratorios y 1.200 expertos, sin embargo las capacidades potenciales y reales de las universidades son muchísimo mayores. Solo el número de personal docente y de investigación en medicina y ciencias de la salud de las universidades españolas ronda los 5.000.

Los recursos de las universidades deben estar en primera línea de la lucha contra el coronavirus

El Sistema Universitario Español está conformado por un total de 82 universidades, 50 públicas y 32 privadas, distribuidas en 235 campus en el caso de las universidades presenciales y 113 sedes de universidades no presenciales y especiales. En el curso 2017-2018 se contabilizaron 1.047 centros universitarios entre escuelas y facultades, a los que se suman 532 institutos universitarios de investigación, 49 escuelas de doctorado, 57 hospitales universitarios y 75 fundaciones. Estas reúnen a alrededor de un millón y medio de alumnos y alumnas, más de 120.000 docentes y cerca de 25.000 investigadores. En el año 2016 se contabilizaron 5.802 investigadores en los Organismos Públicos de Investigación. ¿Podemos imaginar qué pasaría si está enorme fuerza social y material se pusiera al servicio de dar respuesta a esta epidemia?

Las cinco universidades públicas de Valencia ya han puesto sus instalaciones y medios a disposición, como las impresoras 3D para fabricar respiradores o aquellas investigaciones que puedan ayudar en cuestiones como la fabricación de mascarillas de bajo coste o la elaboración de hidrogeles, y otras necesidades que se deriven. Este ejemplo muestra que es perfectamente posible y que hay que extenderlo y generalizarlo a todas las universidades implicando al conjunto del personal docente y no docente y del estudiantado.

Carmen Marcuello, catedrática de la Universidad de Zaragoza, reflexionaba en una nota de opinión: “Hemos de estar ahí. Sumándonos a las muestras de solidaridad, de auto-organización, que van más allá de la alarma y nos permiten trabajar juntos. Como sociedad, además de ayudar y cumplir las directrices, apoyando a los trabajadores y trabajadoras, hemos de pensar qué hacer por lo común, por el interés general. En nuestro caso, desde la universidad hemos de contribuir activamente movilizando recursos y, sobre todo, el conocimiento y las competencias de las y los universitarios. No solo con medidas internas, evitando el contagio dentro de los centros de trabajo; aclarando cuáles son y cómo se van a organizar los servicios básicos necesarios durante estos días; asegurando herramientas para facilitar la docencia; medidas de conciliación familiar para el cuidado. La universidad ha de estar en primera línea sumándose para responder al reto del coronavirus y trabajando por el bien común“.

Los y las estudiantes queremos ser parte de la solución

Ante esta crisis sanitaria es imprescindible, en primer lugar, que las universidades hagan público el número de docentes, científicos, laboratorios, equipos y áreas de fabricación de insumos ligados a la salud con los que cuentan. Actualmente esa información solo se está transmitiendo al gobierno cuando el conjunto de la población tenemos derecho a conocer los medios con los que contamos.

Es también fundamental que se abran urgentemente formularios para que los estudiantes podamos apuntarnos como voluntarios para hacer tests y colaborar en todas las tareas y necesidades sociales como se ha hecho de manera muy inicial en algunas universidades. Los y las estudiantes queremos que nuestros conocimientos sean parte de la solución, por ello pedimos la capacitación de estudiantes, docentes e investigadores para responder a las necesidades sociales derivadas de esta crisis sanitarias con la garantía de condiciones dignas de trabajo y seguridad.

Hay que adoptar todas las medidas necesarias para la fabricación de elementos de protección e higiene, test de detección rápida y todas aquellas pruebas diagnósticas que sean eficaces para frenar el contagio, liberar los artículos científicos en manos de las revistas y las patentes que se han desarrollado con empresas privadas y dirigir toda la investigación a conseguir la vacuna contra el virus, reforzar el sistema de salud capacitando y empleando con salarios y condiciones dignas al personal investigador y estudiantes de medicina, enfermería, psicología, biología y otras áreas, en equipos gestionados por el estudiantado y el personal investigador que son quienes mejor saben las necesidades para desarrollar el trabajo y las condiciones de seguridad, y no por empresarios de farmacéuticas o el equipo rectoral.

Docentes y estudiantes de ingeniería podrían ayudar a orientar las capacidades productivas de la industria a la fabricación de respiradores y otros equipamientos para dotar masivamente las UCIS, garantizar las condiciones de seguridad e higiene en los centros de trabajo en colaboración con las organizaciones de trabajadores, utilizar masivamente las impresoras 3D para la fabricación de equipamiento, realizar tests masivos sin saturar más los centros de salud, etc. En alguna universidad, como la Complutense de Madrid, están recabando voluntarios para un laboratorio de diagnóstico, pero rechazan a quienes no cuentan ya con un contrato previo. ¡No es el momento de ahorrarse costes, necesitamos todas las manos posibles! Es el momento de, por ejemplo, recuperar los millones que la universidad pública ha generado durante años para empresas privadas y ponerlos a disposición de enfrentarnos a esta crisis.

No pensemos exclusivamente en los elementos más técnicos y médicos. Las facultades de derecho podrían proporcionar asesoramiento legal a todas aquellas personas a las que las empresas están obligando a trabajar sin las medidas sanitarias adecuadas, a aquellos trabajadores y trabajadoras que han sido despedidas aprovechando la situación o a a quienes se obliga a usar sus vacaciones en el periodo de cuarentena, entre otros ejemplos de explotación por parte de las patronales.

Desde psicología, trabajo social y sociología asistir y acompañar a las familias que tienen miembros enfermos o que estén sufriendo los peores efectos del aislamiento. Desde nutrición colaborar con los trabajadores y trabajadoras de hostelería para elaborar menús nutricionalmente adecuados y no la comida basura de Telepizza y Rodilla que Ayuso pretende que coman los niños más pobres. Los y las estudiantes de magisterio colaborar en la docencia a distancia y en el refuerzo extra a los niños con mayores dificultades en sus estudios. Los y las estudiantes de periodismo investigar para que se proporcione una información veraz e independiente. O por ejemplo, se podrían abrir las residencias estudiantiles que hoy permanecen cerradas ante la falta de camas en hospitales o para quien no tiene casa para hacer la cuarentena. Las posibilidades que se ofrecen son enormes.

Que las grandes fortunas y la banca paguen el presupuesto de emergencia para las universidades

Todo ello tendría que ir acompañado de un aumento presupuestario de emergencia para las universidades, la investigación y el sistema sanitario, procedente de recuperar el rescate millonario que se hizo a la banca y de fuertes impuestos a las grandes fortunas y las empresas del IBEX35.

Por supuesto una iniciativa así desde las universidades choca frontalmente con el modelo neoliberal de universidad-empresa en el que se transformaron estas instituciones. Y es que, del mismo modo que la escasez de recursos que afecta a la sanidad pública para hacer frente a la pandemia no se explica sin las políticas de recortes y la privatización, la falta de respuesta desde las universidades está estrechamente relacionada con su elitización y mercantilización, que ha separado la práctica científica de las necesidades de las grandes mayorías y la ha puesto en función de los grandes intereses empresariales.

La ofensiva neoliberal en las universidades públicas emprendida por los gobiernos del PPSOE y materializada en leyes como la LOU de 2001, el Plan Bolonia de 2008 y el 3+2 de 2016 tuvo como resultado la injerencia directa de las empresas en los asuntos universitarios. A través de los Consejos Sociales, representantes de organizaciones patronales como la CEOE y consejeros de bancos como el Santander y grandes compañías votan, junto a una casta privilegiada de rectores y decanos, los planes de estudio, las líneas de investigación, la financiación y el presupuesto, entre otros asuntos de importancia capital en la gestión universitaria.

El resultado es la utilización de estas empresas de nuestro conocimiento e investigación científica para incrementar sus beneficios, no para resolver las grandes problemáticas sociales como esta pandemia.

Recientemente el investigador Francés Bruno Canard, publicó una carta denunciando que trabajó durante años en la cepa de los coronavirus pero que luego sus investigaciones quedaron a la deriva por falta de recursos una vez se contuvo la epidemia de SARS-CoV en 2006. En 2016, Peter Hotez, junto a su equipo del Colegio de Medicina de Houston, denunciaron que estuvo a punto de lograr una vacuna contra el coronavirus que no se llevó adelante porque las farmacéuticas cortaron la financiación al no considerarla rentable.

La estrechez de miras y el pragmatismo capitalista negocian con nuestras vidas. Y es que la investigación científica preventiva, aunque redundaría en el beneficio de las mayorías, no resulta rentable para los laboratorios médicos cuyos beneficios se disparan tratando enfermedades ya extendidas. Así las multinacionales Roche y Glaxo multiplicaron sus ingresos y el valor de sus acciones durante la epidemia de Gripe A con la venta masiva de fármacos que no demostraron ser más eficientes que un paracetamol.

Precisamente estas dos farmacéuticas mantienen estrechos vínculos institucionales con las universidades. Roche y la Universidad Autónoma de Madrid formaron una cátedra para la investigación de enfermedades pulmonares cuyos resultados están atados por las patentes de esta empresa. ¿De verdad alguien podría esperar que gestionadas por estos intereses las universidades puedan proporcionar las respuestas necesarias a las necesidades acuciantes que genera esta crisis?

En una crisis como la que nos está tocando vivir, más que nunca, es necesario terminar de una vez con el modelo neoliberal de universidad. Recuperarla de las manos de la casta universitaria y las empresas privadas. Para desde la crítica de la universidad de clase, pasar al cuestionamiento de la sociedad de clase y ponerla al servicio de las necesidades de la clase trabajadora y el pueblo.

Contra la resignación, la enorme fuerza social de docentes, investigadores y estudiantes

Los mensajes que se transmiten desde el gobierno llaman a la resignación y al temor. Nos dicen que lo peor está por venir, sin embargo, no se están utilizando todos los recursos disponibles al alcance porque eso significaría en primer lugar poner en cuestión los beneficios empresariales, la propiedad privada de los capitalistas. En defensa de ese derecho reservado a una minoría se piensa dejar morir a miles de personas porque no hay suficientes respiradores. Más aún, se pretende que lo aceptemos como un hecho natural e inevitable.

Contra la resignación catastrofista es necesario oponer la enorme fuerza social del personal docente e investigador y de los estudiantes, que no nos queremos quedar de brazos cruzados, que no nos resignamos a trabajar y estudiar para los intereses de los capitalistas; que nos vemos conmovidos por la crisis sanitaria que afecta principalmente a los sectores más empobrecidos para que, junto a la clase trabajadora que es la que genera la riqueza, hagamos frente a esta pandemia con un verdadero plan de guerra.

Llamamos a los estudiantes, a las asociaciones, agrupaciones y al conjunto del movimiento estudiantil a sumarse a estas medidas y exigir juntas a las universidades que jueguen el papel que la emergencia merece. Son solo algunas propuestas, como puede haber muchas más, para que desde la juventud pensemos las soluciones que podrían darse si los recursos y la producción se pusieran democráticamente al servicio de las necesidades del pueblo trabajador y no un puñado de capitalistas que quieren someternos a las veleidades de un sistema irracional para su beneficio particular.

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