La enseñanza universitaria en tiempos de Covid está haciendo saltar todos los problemas de la universidad neoliberal al servicio de las grandes empresas.

Si durante el confinamiento se puso de manifiesto la falta de empatía de un sistema educativo obsesionado con calificarnos por encima de todo (sin importar si nuestros familiares se contagiaban por tener que ir a trabajar en medio de la pandemia, o si se quedaban sin ingresos al ser despedidos), un sistema capaz de invadir nuestra intimidad para que no copiáramos pero incapaz de proporcionar medios adecuados para los afectados por la brecha digital; el regreso a las aulas está marcado por la desidia de las autoridades, la falta de infraestructuras tras años de recortes a la educación pública y la nula posibilidad que tenemos el estudiantado de poder opinar y decidir sobre los asuntos que hacen a nuestra propia educación.

Los protocolos anti-covid de las universidades parecen arbitrarios e irracionales, y están únicamente centrados en restringir la vida cultural, política y social en los campus. Poco importa que no exista espacio ni profesores suficientes para garantizar la distancia de seguridad en clase, qué más da si los transportes están abarrotados, el problema es que no nos quedemos en los pasillos, no nos sentemos en el césped ni hagamos uso de las bibliotecas. Medidas que, por supuesto nunca se han discutido con los y las estudiantes, ni siquiera con los burocratizados organismos de representación como Juntas y Claustro, demostrando que eso de la democracia universitaria no existe.

La experiencia académica debería ser algo más que ir a clase, también debería incluir relacionarse y debatir con otros compañeros y compañeras, involucrarse en la vida política y cultural de la universidad, participar de charlas, hacer grupos de debate, etc. Por supuesto nada de esto ha sido tenido en cuenta por la casta de rectores y decanos y los consejeros directivos del banco Santander y otras multinacionales que toman las decisiones desde los Consejos Sociales universitarios. La universidad neoliberal no es más que una fábrica de los trabajadores cualificados (y precarios) de mañana. De hecho, la propia universidad se sustenta en el trabajo hiperprecario de subcontratas para los servicios privatizados y de una gran parte del profesorado e investigador con contratos precarios.

Tampoco se ha adoptado ninguna medida para resolver el problema de la brecha digital que amenaza con expulsar de la universidad a decenas de miles de estudiantes pertenecientes a las clases populares. No se están concediendo más becas a aquellas estudiantes que más lo necesitan. Incluso en esta situación excepcional, a pesar de toda la pérdida de calidad que vamos a vivir en nuestros estudios, pretenden cobrarnos las mismas tasas abusivas. Esta universidad neoliberal no es un derecho, es un privilegio para el que pueda pagarla.

A pesar de esta realidad, los defensores de la universidad al servicio de los grandes capitalistas (o “adaptada a los requerimientos del mercado” como ellos dicen eufemísticamente) quieren aprovechar esta situación para profundizar en la implantación del modelo surgido del Plan Bolonia. Parece que el ministro Castells no estaba desaparecido todo este tiempo después de todo, estaba trabajando en una nueva reforma que pretende ser una vuelta de tuerca neoliberal más en la universidad.

Para el ministro de universidades del “muy progresista” gobierno de coalición, nombrado directamente por Podemos, su modelo es el de la universidad de Berkeley en la que fue catedrático. Una universidad cuya matrícula anual supera los 36.000 dólares; el que quiere entrar allí o sus padres son ricos o se endeuda por décadas. Queda claro que ser un famoso catedrático de sociología no te exime de ser un auténtico necio.

Tenemos que volver a poner en pie un movimiento estudiantil, en primer lugar, para dar respuestas ante la enorme crisis social que estamos viviendo, con un aumento espectacular de la precariedad, el desempleo y los desahucios, pero también para parar un nuevo ataque que se está efectuando contra la educación pública.

Por eso desde Contracorriente hacemos un llamamiento al conjunto de asociaciones estudiantiles y sindicatos a que organicemos asambleas de estudiantes, docentes y no docentes para discutir qué medidas necesitamos para garantizar unas condiciones higiénicas realmente efectivas y que ningún estudiante se quede atrás por su condición socioeconómica. Pero también para luchar por sacar la precariedad y las garras de las empresas de la universidad.Un llamamiento que hacemos especialmente al Sindicato de Estudiantes (SE) y a la Unión de Juventudes Comunistas (UJCE).

El SE ha convocado una huelga estudiantil los días 16, 17 y 18, lo cual está muy bien, hay motivos de sobra para ir a la huelga. El problema es que nuevamente convoca de forma burocrática, sectaria, negándose a intentar todo frente único y acción unitaria con las organizaciones con más presencia en la universidad, contribuyendo así la tradicional división del movimiento estudiantil de medias y universitarios.

Por su parte la UJCE, que integra buena parte de las asociaciones de estudiantes, forma parte de los partidos que integran la coalición de gobierno y, por tanto, se mantiene fiel al mismo incluso cuando este pretende convertir la universidad en la “utopía” neoliberal de Berkeley. “Lealtad” ante un gobierno que rescata a la banca y a los empresarios, mientras aumenta el desempleo y la precariedad para millones de trabajadores, especialmente entre la juventud y las personas migrantes. Un gobierno “progre” que negoció la salida del Rey emérito para salvar la continuidad de la monarquía. Un gobierno que garantiza los negocios a los grandes del Ibex 35, que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias. Si estos compañeros y compañeras de verdad se consideran a si mismos “comunistas” deberían empezar por romper esa lealtad institucional y organizar la lucha contra sus propios ministros.

A estas y al resto de agrupaciones estudiantiles reiteramos nuestro llamamiento a discutir y organizar democráticamente un plan de lucha contra esta nueva vuelta de tuerca en la ofensiva neoliberal, que busca que la crisis la paguemos la juventud y la clase trabajadora. No podemos permitir que los protocolos anti-covid se conviertan en una vía para prohibir la autoorganización de estudiantes y trabajadores y hacer pasar todos estos ataques sin resistencia.

Por una universidad para los trabajadores y las clases populares y no para las grandes empresas

Los compañeros y compañeras que formamos Contracorriente luchamos por una universidad cien por cien pública, gratuita y universal, que tenga los recursos suficientes para garantizar la plena vida universitaria en condiciones de seguridad, financiada mediante fuertes impuestos a las grandes empresas y fortunas millonarias que han seguido enriqueciéndose a lo largo de esta crisis.

Queremos arrancar la gestión de la universidad de esta casta de académicos al servicio de su majestad aliados a los directivos de las empresas del IBEX35 que desde los Consejos Sociales deciden qué estudiamos y cuánto nos cuesta. Estamos por una universidad dirigida por una mayoría estudiantil junto a docentes, trabajadores y trabajadoras, única forma de garantizar que sean los problemas de la sociedad y no de las grandes empresas los que se abordan desde la universidad.

Aspiramos a una revolución pedagógica, para poner nuestros conocimientos al servicio de los trabajadores y el pueblo. Estamos en contra de la enseñanza memorística, libresca, aburrida, competitiva y sin sentido que nos imponen. Queremos un sistema educativo que no esté basado en premios y castigos y en el sistema de exámenes que nos puntúa, clasifica y segrega.

Queremos construir una fuerte unidad obrero-estudiantil, para retomar la tradición de de las mejores gestas de los estudiantes junto a la clase obrera. Algo que hoy es clave para terminar con la precariedad, el desempleo y el cierre de empresas, luchando por un programa que les haga pagar la crisis a los capitalistas.

Nuestro objetivo es hacer de la universidad y el movimiento estudiantil una punta de lanza en la lucha por la transformación social contra el sistema capitalista. Como en mayo del 68, queremos pasar de la crítica de la universidad de clases al cuestionamiento de la sociedad de clases. Porque resolver los grandes problemas sociales empieza por terminar con la precariedad, la falta de vivienda, la pobreza, y todas las opresiones basadas en el patriarcado y el racismo que amenazan el presente y futuro de las y los jóvenes y sus familias. Fenómenos propios de una sociedad en la que la inmensa mayoría de la riqueza está concentrada en un puñado de capitalistas.

Por todo ello apostamos a construir una juventud anticapitalista y revolucionaria que combata contra este régimen monárquico y podrido, contra la derecha y la extrema derecha y su reaccionaria visión del mundo, pero también contra este gobierno neoliberal “progre” que ha demostrado que no tiene nada que ofrecernos.

No nos conformamos con migajas. No nos conformamos con un futuro de resignación, precariedad y explotación. Vamos por una juventud que luche por una superación comunista de este sistema irracional y destructivo que pone los beneficios de unos pocos por encima de la vida de millones y de la propia sostenibilidad del planeta.

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